jueves, 26 de julio de 2007

Leif, un relato de abuela.

Me reencontré con Leif en este verano neoyorkino, tiene tres años habla muchísimo y está en esa etapa de los por qué en inglés y español, lo que lo hace doblemente difícil de responder. Es esquivo al contacto pero dadivoso en otras formas de afecto, ríe a carcajadas y ya es todo un interlocutor. Este verano transcurrió distinto a nuestro encuentro anterior, fue más intenso y lleno de palabras. Este relato es la primera parte de la bitácora de vuelo hacia su corazón.

Llegué a Nueva York finalizando el año 2005. La ciudad estaba esplendente como siempre, titilaban todas sus luces, en especial las rojas y verdes, y el viento parecía más enojado que de costumbre, soplando, para hacer más frío, el frío.

Vine a Nueva York a cumplir una cita con Leif, quién vive en un loft de un viejo edificio, que alguna vez fue una humeante fábrica del también viejo Brooklyn. Me maravilla llegar y salir de su apartamento en las noches, para ver siempre los rascacielos de Manhattan, con el brillo de sus luces blanco azuladas, rojas y verdes, que a veces en ésta época, se ocultan tras la niebla.

Leif tiene un gato angora gris, que se llama gallina, pero en inglés; tiene una granja con caballos, pollos, marrano, oveja, vaca y dos trabajadores. Todos los días cuando la granja despierta, o mejor cuando él la despierta, suena un ta ra ri ru ri rura, para que los que no duermen en la granja, despierten. Además tiene pájaros, una jirafa, un pingúino y un mico, ranas, delfines, osos y un perro de la misma raza de uno que alguna vez tuvo su mamá: Fisher price.

A Leif le gustan mucho los animales y tiene muchos libros sobre animales, y él ha aprendido a imitar los sonidos que hacen algunos de esos animales.

Leif vino hace aproximadamente un año y medio a vivir en Nueva York. Para ser más precisos, Leif vino hace un año y medio a vivir en éste mundo.

Nació en su loft de 70 Comercial Street, en Brooklyn, por entre las piernas de Valentina su valerosa mamá, y entre las manos de Memania, su dulce partera. Ahí en ese preciso momento nos conocimos. Pasamos una temporada juntos, lo cargué mientras el cantor Philip L. Sherman, Mohel certificado, le hacía el Brit Milá, o lo que es lo mismo, la circuncisión, durmió sobre mí su primera rasca, producto del algodón empapado en vino kosher, que el cantor le dio a modo de anestesia, y lució en aquel verano neoyorkino un coqueto vendaje lleno de huecos para que respiraran sus venitas maltratadas con tanta inyección necesaria para combatir su primera infección renal, y para que él, con la fuerza que lo ha caracterizado desde recién nacido no se arrancara el cateter que permitía la entrada de la jeringa con el líquido sanador.Pero lo realmente sanador era la teta de su mama, de la cual no quiso desprenderse desde que abrió los ojos.

Cuando se restableció paseamos por el Central Park y fuimos al Museo Metropolitano y nos dijimos adiós por seis meses, para reencontrarnos en mi apartamento en Bogotá, donde por primera vez se quedó sólo conmigo en las noches, llorando a grito herido, mientras Valentina reencontraba la rumba bogotana. Sintió de nuevo los abrazototes de su abuelo Moritz, conoció a su tío Yohir, a su bisabuela Maya Figueroa y a su tía abuela, la dulce Mayita quién se encargó de llevarlo a pasear por Bogotá. Fue a Cali a conocer a su bisabuela Eva, a la tía abuela Ruth, a Consuelo, Efraím , Sebastián y Abraham. Fue con Valentina a la Guajira, se bañó en el Mar Caribe, durmió en Chinchorro, comió pescado frito con aguadepanela, se ennegreció con el sol y jugó con la arena. Y creo que en ese viaje aprendió a caminar moviendo la cabeza al son de la música que sale a todo volumen, de la grabadora puesta muy cerca de su oreja.

Nos reencontramos en Nueva York el pasado primero de diciembre, que vine a pasar una temporada con él, mientras le hacían un tratamiento médico a Valentina, su mama. El mismo día de mi llegada pasamos nuestro primer día juntos y a solas, caminé por Manhattan Avenue, con él en su coche, se durmió y entonces aproveché para comprar cosas deliciosas en el supermercado Le Garden, y cuando llegamos al edificio donde queda su loft, empecé a cometer las locuras que cometemos todas las abuelas con sus nietos. Como mi espalda ya no da para subir largas escaleras cargando un niño dormido con el coche y las bolsas de las compras,y con todos los sueters y abrigos necesarios para el frío invierno, me aseguré que estuviera en sueño profundo y lo dejé quietecito a la subida de la escalera, mientras yo corría a dejar las bolsas en el apartamento, baje como una loca, él continuaba durmiendo, entonces me senté en un escalón a esperar que despertara, para subir cogidos de la mano, los escalones eternos que nos conducirían al calor de su loft y de su gato que para él es sinónimo de casa.

Ese día a la hora del almuerzo, empezó la complicidad. Con mis habilidades para la cocina, muy conocidas por cierto, decidí mejor darle: espárragos, queso, jamón, tomates enanos, aguacate que le encanta y unas frutillas que se llaman blueberryes, que son un híbrido entre agráz y uvita negra caleña, todo orgánico por supuesto, para que no le fuera a dar un soponcio a Valentina su mamá.

Y le enseñé dos cosas: a comer aceitunas que le fascinaron, y a brindar Chin chin, chocando su tetero de agua, con mi vaso de cerveza Sapporo.

Después de eso hicimos cosas diferentes todos los días, el fin de semana siguiente fuimos al Hospital Bethesda, por una fiebre alta, persistente, que pasó sin consecuencias. Procurábamos encontrarnos para comer en los restaurantes de Chinatown, o en Malasya o en Saigón Grill, donde saboreó unos rollos de carne que se llaman Cha Gío y otros de camarones que se llaman Goi Cuon Tom y comió Xuong Nuong, le encanta la comida vietnamita y la saborea de una manera especial, es boquisabroso como diría su bisabuela Maya Figueroa.

Y por esa razón tiene una barriga descomunal y triple papada como su abuelo, y también como su abuelo Moritz y su bisabuelo Yohir y Valentina su mama, camina con pasos fuertes, con pasos anchos, como si quisiera sorberse el mundo.

Las primeras palabras que dijo en español fueron zapato y gato, después mama, que obligatoria e inexplicablemente declinaro en mami, sin que la hubiera oído antes.
Leif es trilingúe, la primera palabra que aprendió en inglés fue mine, o lo que es lo mismo mío, dice go, cuando algo a alguien lo cansa, down para que lo bajen de su silla del comedor, up para que lo carguen, ba bay para despedirse y hi para saludar, more cuando quiere más comida y all down para finalizar cualquier acción. Cuando se le dice choca esos cinco o give me five, levanta la mano para llevarla al encuentro de la mía.

Todo esto acompañado del lenguaje de signos, especialmente diseñado para comunicarse con los sordomudos, que han descubierto, sirve para acelerar la velocidad de adquisición del lenguaje verbal. Me dice ela y la semana pasada aprendió a decir culo, sabe tocar sus ojos, naríz, boca y orejas, se pone un kleenex en la naríz y hace ruido como de locomotora, y cuando le quitan el pañal se toca el pipi sin ninguna sorpresa cuando se le pone erecto, le encanta el baño en la tina con sus animales y sus letras de colores que se fijan a la pared, descubrió el espejo y hasta ensaya el llanto para mirarse llorando. Pide que lo ayuden con el último tramo de la escalera para llegar a mi habitación a desbaratar mis collares, ponerse mis sombreros y anteojos, poner en fila los esmaltes de uñas y los perfumes, para tumbarlos de un manotazo mientras me mira con picardía. Me da abrazos y besos que me ensanchan el corazón. Sale corriendo apenas se abre la puerta de la calle y habla en jeringonza por todo el corredor hasta que lo alcanzamos en la puerta del final del pasillo, si algo le genera mucha curiosidad es un llavero con muchas llaves, intenta meterlas en todas las ranuras y que coincidan con todas las cerraduras. Va a la guardería y tiene muchos amigos y frecuenta un Café Infantil al caer la tarde donde hay muchos juegos para los niños mientras sus padres conversan.

Sufrió mucho, sufre todavía por haber perdido hace muy poco la teta de Valentina su mama, tetis dice él y ahora la toca a menudo y le dice ba bay en señal de despedida; baila moviendo solamente la cabeza como su abuelo Moritz y mira fijo y con los ojos bien abiertos como su tío Yohir; toca firolina, flauta y armónica, o mejor dicho las sopla para sacarles sonido como hacen Valentina su mama y su abuelo Moritz, va a ser chupacobre, como su abuelo.


Pero lo que realmente lo hipnotiza es oír a Valentina cantar, sobre todo Los pollitos dicen y él dice pío pá, y puede pasar mucho tiempo con todos los aparatos que tienen teclas y botones que producen relación causa - efecto: la entrada y salida de los cd en el vhs, apagar el televisor con el control remoto para volver a prenderlo, sabe más del computador que yo, y me mira con asombro cuando hace algo que lo pone en reposo, y yo no sé reanudar la función, descubrió los audífonos y oye música en ellos mientras pinta o mejor, hace rayas de colores por toda la casa, y queda inmóvil ante las películas que le cuentan todo sobre muchas cosas de la vida y que son de la serie Baby Einstein, Baby Da Vinci , Baby Mozart, Baby Beethoven y que le hablan y muestran los animales que viven en la sabana, como el rinoceronte, tronco de lío cuando regrese a la sabana de Bogotá.

Un nieto es como tener un hijo, con intermediarios, es un hijo por interpuesta persona, que se va apoderando de un pedazote de tu corazón y que llega a tu vida en el momento en que menos lo esperas, para ser tu amigo, tu cómplice, tu confidente.

Sé que Leif y yo, coincidiremos en muchos lugares del mundo. Pero sé que dentro de 20 años nos encontraremos en Nueva York, caminaremos por el Central Park, pasaremos la tarde en el Museo Metropolitano, y por la noche él me invitará a comer, cocina vietnamita que tanto le gusta, haremos Chin chin con las copas para brindar con vino o con champaña, él por supuesto, yo brindaré con agua.










4 comentarios:

hernan dijo...

Hola Amalia: Dobles felicitaciones, una por ser una orgullosa abuela y dos por unirte a la tecnología y compartir tus historias negras através de la red, en mi página colocaré un link para que tus seguidores te encuentren, un beso para Leif

hernan dijo...

no se porque sale el nombre de mi esposo Hernán en el comentario, asi que te aclaro, te escribe Pilar desde Bucaramanga www.ladiscapacidad.com

Camila Vargas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Orson Díaz dijo...

La palabra de abuela se aguacerea derritiendo mis almas, volviéndolas canción (o apenas nota). Hay silencios repletos de letras, y letritas que dibujan el vacío. Al Sur del Sur, con el ritmo en los ojos, carnavaleo estas teclas con ansiedad y dicha, si es que la noche fría de Buenos Aires no me ata las manos.

Con afectoropel, y risaspirinas.