domingo, 20 de enero de 2008

En la ruta de la revolución

El afecto, como siempre me recibió en Durango, cuna del poeta José Ángel Leyva, José Ángel de la Guarda, como dice nuestro poeta Juan Manuél Roca,él, de la Guarda me entregó sus amigos, su ciudad, y por eso me quieren y me cuidan en Durango, bueno y porque yo me hago querer, jaja.Me parece fascinante el abrazo y la coquetería de Luís
Ángel Martínez, el director del Instituto de Cultura, la complicidad de Gerardo Campillo, a quién no entiendo de a mucho, teniendo el mejor licor del mundo, el tequila por supuesto, pide que le lleven aguardiente antioqueño, y me perdonarán los paisas por el justo atrevimiento.El Museo Guillermo Ceniceros estaba colmado de gentes maravillosas, de amigos que hice cuando participé en el Festival Revueltas en 2006,y todos gozamos, yo la primera, con las historias eróticas de mi libro.No olvidaré la calidéz de los escritores que estuvieron conmigo después de la función,en el bar de mi hotel midiendo el tequila porque al otro día muy temprano debía partir a Gómez Palacio.Y me fui con Fernando y una maravilla de conductor del Instituto, que apenas llegar me dijeron si yo sabía adonde iba a presentarme, ni idea dije yo, contestaron en el Cereso, bajo un árbol respondí, no, en el centro de rehabilitación social,dije pues vamos, y era la mismísima cárcel, pero bueno a mí me encantan las cárceles, no en vano tuve que visitar en muchas de ellas a dos de los hombres de mi vida, que vivían presos porque eran dirigentes estudiantiles en los años sesenta y setenta.Rompí la lejanía que impone el estar con reclusos y me acerqué, peligrosamente dirían muchos, pero fue el encuentro con la magia de la palabra, les pregunté sus nombres y su ciudad de origen y terminamos hablando de viajes y de lugares inimaginables como el monte Ararat donde dicen que atracó, con tilde, entiéndase era una cárcel,el Arca de Noé.

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